2 may 2014

El uso de la música en la liturgia

La música cristiana es un lenguaje para comunicarnos con Dios. Tiene diferentes funciones, tales como: alabar a Dios, evangelizar, enseñar, discipular al creyente, etc.

Un aspecto de mucha importancia en la música, y que es frecuentemente obviado, es el principio de temperancia (equilibrio, proporción), entre el ritmo, la melodía y la armonía. Si se aplicara más el principio de temperancia en la música, creo que podríamos evitar muchos problemas en nuestras iglesias. 

Se suele hacer mucho hincapié en el tema de la reverencia en la iglesia, pero a veces no nos damos cuenta que somos nosotros mismos, los dirigentes de la iglesia, que podemos estar provocando, o induciendo a una irreverencia a través de las músicas que son interpretadas en la iglesia. 

La música tiene un poder descomunal y afecta al ser humano en todos los aspectos: físico, mental y espiritual. El mundo de los negocios ha descubierto este poder hace mucho tiempo, y lo está llevando a la práctica. Dos ejemplos de ello son: 
  1. Grandes supermercados: Suele ser una praxis común en estos grandes centros, poner músicas fuertemente cargadas en ritmo (percusión) y con un volumen bastante alto, lo que resulta en una dificultad de concentración y reflexión, haciendo que el cliente compre más y de manera indiscriminada.
  2. Restaurantes vegetarianos: Se acostumbra utilizar música clásica, y con un volúmen bajo. Esta combinación, facilita la capacidad reflexiva y cognitiva en el cliente, haciéndole que coma menos.
Creo que nosotros como iglesia, deberíamos buscar la profesionalidad en lo que hacemos, y específicamente en la música. Dios merece nuestro mejor, y por lo tanto, debemos definir que objetivos perseguimos con el uso de la música en la liturgia de la iglesia. 

No deberíamos simplemente, dedicarnos a copiar modelos musicales ya existentes en las demás iglesias. Si buscamos en el culto del Sábado por la mañana, a que la iglesia tenga una mayor capacidad de reflexión, concentración y reverencia; no debemos excitar demasiado los sentidos, con el uso no equilibrado de la percusión. 

Algo también muy importante, es saber trabajar con las músicas cargadas en ritmo. Creo que no deberían ser usadas ni justo antes, ni justo después de la predicación. La canción que precede al sermón, prepara la mente para recibir la palabra de Dios, y la canción posterior al sermón, ayuda a grabar el mensaje en los corazones de los oyentes. Muchas veces, he sido testigo de mensajes muy profundos, pero que han perdido su fuerza, debido a la mala elección de las canciones en la liturgia.


Apesar de que en la liturgia, debe haber diversidad de instrumentos, de formas de canto (congregacional, coro, grupo, cuarteto, trio, duo y solista), y de estilos, debemos de entender que los sentimientos nunca deben sobreponer a la razón. 

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